sábado, 22 de noviembre de 2014

Museo de Bellas Artes de Valencia

El Museo de Bellas Artes de Valencia ofrece un discurso completo de la pintura valenciana desde el siglo XIV hasta nuestros días. Se fundó en el año 1837, en la actualidad constituye el referente museístico más importante de la Comunidad Valenciana. Está formado por una gran pinacoteca y un amplio fondo de dibujos, grabados, escultura, piezas arqueológicas y fragmentos arquitectónicos, además de algunos objetos de arte mobiliar de épocas pasadas. Destaca por su calidad, la completa colección de tablas góticas. Además el museo alberga uno de los patios renacentistas más importantes del siglo XVI, el patio del embajador Vich.

Juan de Juanes. Las Bodas místicas del Venerable Agnesio Nicolás
Juan de Juanes fue el pintor de mayor relevancia en la Valencia de su época. Representante del Renacimiento valenciano en una época ciertamente convulsa por motivos religiosos y políticos, De Juanes consiguió crear un estilo propio y unos tipos iconográficos que serían repetidos por sus seguidores.  Provocó un cambio en la pintura valenciana y es el mejor representante de este ambiente prerreformista de mediados de siglo XVI. Dedicado fundamentalmente a la iconografía religiosa, entre sus obras destacan La Santa Cena, San Sebastián en la sinagoga, La Sagrada Familia, el retablo de la Iglesia de La Font de la Figuera, Asunción de Nuestra Señora, las Bodas místicas del Venerable Agnesio, el retrato del Venerable donante y La Inmaculada Concepción, que es considerada como su obra maestra, como predecesora de la tipología iconográfica que Francisco Pacheco.

Es una de las obras más importantes que conserva el museo. Las bodas místicas eran temas muy típicos en Renacimiento valenciano, era una manera de entregarse a otra persona desde el punto de vista religioso. Tiene un formato muy peculiar, un formato apaisado dividido en tres grupos, en el centro aparece la Virgen de los Desamparados, junto a San Juan Bautista que le acompaña un cordero, el niño Jesús que sostiene una cruz, San Juan Evangelista que está escribiendo en un libro que sostiene un águila y, junto a ellos aparecen dos Santos Inocentes que están degollados e intentan trepar por la cruz. Se trata de un tipo de composición enormemente equilibrada y  de un tono amable, pero también es verdad que no hay una integración entre las figuras y el paisaje. Llama la atención la perspectiva aérea propia del arte italiano.

Este cuadro fue pintado en memoria del Venerable Agnesio que aparece en el lado izquierdo, colocando el anillo del desposorio a Santa Inés, por la que sentía gran devoción. A la derecha aparecen Santa Dorotea y San Teófilo, quien era un pagano que se convirtió a la fe cristiana, la santa le entrega unas granadas.  Todo el cuadro es un canto hacia la pureza  virginal según reza el lema en lo alto: “La cruz es para los inocentes camino hacia las coronas floridas”.

Joan de Joanes, muestra en esta obra el testimonio más italianizante de su producción con una fuerte impronta rafaelesca. Supo aunar la universalidad del Renacimiento italiano con el carácter local de su iconografía al introducir al Venerable Agnesio, hombre de gran cultura y santidad que fue tutor de los condes de Oliva.


Nicolás Borrás Falcó. Sagrada Familia con Santa Ana
Borrás Falcó era un fraile jerónimo y discípulo de Juan de Juanes, realizó el retablo dedicado a Santa Ana para el monasterio de Cotalba en el que se incluía esta escena. Se trata de un formato de Sagrada Familia en el que se incluye la figura de la madre de la Virgen, quien establece una tierna comunicación con su nieto a través de las miradas. Las figuras exhiben un carácter clásico y monumental, al tiempo que el tornasolado de las telas, las baldosas y el paisaje de fondo recuerdan la influencia de su maestro.  


Virgen de la Leche Bartolomé Bermejo.
Esta obra procede al parecer de un retablo dedicado a la Virgen de la Leche en la iglesia del convento de Santo Domingo de Valencia. La impronta flamenca se advierte en el realismo con que están tratadas la indumentaria y las joyas. La expresión de espontaneidad y viveza del rostro del divino infante, que mira al espectador dejando caer gotas de leche materna por la comisura de los labios, sintoniza con la caracterización de los afectos en la producción de Bermejo.


Francisco de Goya y Lucientes. Retrato de doña Joaquina Candado
En el verano de 1790, Goya retrata a su ama de llaves Joaquina Candado, durante su estancia en Valencia junto a su esposa, Josefa Bayeu. Goya aúna el retrato y el paisaje con una gran armonía. El tronco donde se asienta la figura, los arbustos verdinegros y el cielo oscuro que envuelve a la retratada, logran destacar la calidad de las gasas negras del vestido y de la mantilla, realzando la belleza de su rostro.  Las leves notas de color en los guantes amarillos, en la orla del vestido y en los zapatos ayudan a crear un correcto equilibrio plástico.


Joaquín Sorolla nació en 1863 en Valencia, inició su aprendizaje artístico en 1877 con el escultor Cayetano Capuz para después formarse en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos. Desde su juventud se interesó por la pintura al aire libre, con la que trataba de captar la luminosidad mediterránea, tanto en la huerta valenciana como en la playa, al igual que hicieron los impresionistas franceses. Completó su educación en París y Roma y, tras volver a España, en 1890, se afincó en Madrid, donde empezó una trayectoria jalonada de éxitos, premios e importantes encargos. Entre sus temas preferidos destaca su dedicación al paisaje levantino, de ambiente costero, siempre con presencia humana, que plasma con un protagonismo absoluto de la luz. Normalmente a Sorolla se le ha vinculado con el Impresionismo, esto no es verdad porque cuando el Impresionismo estaba en declive y los artistas comenzaron a poner en cuestión las bases de este movimiento, Sorolla empezó a pintar. De hecho, cuando visitó a Paris los artistas que más le llamaron la atención no fueron los impresionistas, sino los escandinavos que l fascinaron con sus cuadros en los que  luz tenía una gran importancia. Pero también es verdad que su pintura se parece a la de los impresionistas, aunque no tenía vínculos con ellos.

Joaquín Sorolla y Bastida. Grupa Valenciana
Este cuadro es especialmente significativo por la representación de identidad de lo valenciano. En esta obra Sorolla retrata a sus hijos, Joaquín y María, ataviados con el vistoso traje típico de fiesta de los labradores valencianos. El atuendo, junto al caballo ricamente enjaezado y la frondosidad de la vegetación, dan el tono barroco y de luminosidad que tanto éxito tuvo en la sociedad de su época.


Joaquín Sorolla y Bastida. Academia del natural
Este cuadro corresponde a la etapa de Sorolla como pensionado en Roma por la Diputación de Valencia donde realizó varias academias. Estos trabajos obligados de pensión se presentaban regularmente a la institución benefactora que controlaba los progresos de los jóvenes pensionados.  Ofrece un desnudo infantil con una pose desenfadad, presentando una factura sutil donde la luz desempeña un papel protagonista que presagia otras obras del autor.

SFN67

1 comentario:

  1. Has dedicado una entrada al Museo de Bellas Artes, que es una de las pinacotecas más importantes. Has hecho la selección de algunas de las obras más destacadas. Hubiera agradecido, no obstante, algún comentario tuyo personal sobre las mismas.

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